“Maria, Maria; é um dom, uma certa magia, uma força que nos alerta; Uma mulher que merece viver e amar, como outra qualquer do planeta” (Milton Nascimento e Fernando Brant)
Por Flávio Carvalho*
Brasil siempre será un país apasionado por el fútbol. Esta es una de sus más difundidas imágenes en todo el mundo. Así como es nuestro carnaval, nuestra esperanza y alegría de vivir. Somos un país de tópicos, mítico, cargado de estereotipos. Pero hay otro importante icono internacional. La imagen estereotipada de la mujer brasileña. De esto quiero hablar, como uno de nuestros mayores problemas. A cada 90 minutos, en Brasil, el tiempo equivalente a un partido de fútbol, se comete feminicidio en Brasil. Feminicidio es el nombre del terrible fenómeno del asesinato de mujeres por hombres que creen que una mujer puede ser propiedad suya. Por lo tanto, creen que su vida – y su muerte – le pertenecen. A cada 11 minutos (otro número de importante simbología para nuestro fútbol) una mujer brasileña es violada, de acuerdo con el IPEA, el influyente Instituto de Investigación de Brasil. Y, si estás dispuesto a seguir leyendo y volver a hablar de números, mejor que hagas tu mismo una prueba: en Google, digite la palabra “brasileñas” y no te asustes. Yo hoy estoy para hablar de género. O peor, de la violencia de género. De la violencia que todos cometemos, unos con más y otros con menos conciencia, pero que más importante es querer cambiar este rol. Si históricamente las desigualdades de género fueran construidas (antes se pensaba que era “natural”), la humanidad puede y debe acabar con esto.
Luego descubrimos que peor puede ser para la mujer brasileña que vive fuera de nuestro país. Conozco muchas mujeres brasileñas que han sufrido algún tipo de violencia, intimidación o amenaza, por una triple condición: por ser mujer, por ser mujer inmigrante y por ser mujer inmigrante brasileña. Sobre esto, leerás, con mucho más propiedad, investigadoras como Maria Badet, Adriana Piscitelli, Denise Cogo y tantas otras. También es peor, como no debería ser, saber que ellas son la mayoría, en comparación con los hombres brasileños en España. Las más emprendedoras, las que más colaboran en proyectos asociativos y voluntarios, las que más se destacan en el arte y cultura. Tanto esfuerzo… no reconocido como debería ser.
13 mujeres mueren cada día, en Brasil, por lo que aprendemos en nuestras adolescencias, en el patio de las escuelas, en los bares de la vida. O mismo en casa, cuando hemos hecho nuestras madres pensar que trabajaban como nuestras empleadas. Mientras nuestros padres salían para trabajar… ¿Pero porque hablar tanto del machismo en Brasil, se es un problema mundial? Cada uno habla del que le toca. La discriminación contra inmigrantes es muy estratégica. La mayoría de contratos precarios para mujeres recientemente creados en España fueran en trabajos de hostelería, de limpieza, de hogares, de cuidadoras de niños y de gente mayor. No es mera casualidad que son trabajos mayoritariamente ocupados por mujeres inmigrantes. Por otro lado, todos (¡todos! Repito) los proyectos sociales, asociativos y la mayoría de proyectos interculturales y emprendedores que involucran creatividad, dinamismo e innovación que yo conozco en España no serian posibles sin tener el talento de una profesional brasileña, actuando sin la visibilidad que merece. Solamente aquí en Cataluña, por ejemplo, de memoria puedo recordar el nombre de diversas brasileñas emprendedoras (evidentemente olvidando muchas otras):
Angela, en el Cantinho Brasileño; Miriam, en Miriot; Marcia en Mangarosa; Joice, en Maloca; Gisele, en Panela de Barro; Patricia, en Can Dendê; Jabu, en Maracatu Mandacaru; Sandra, en Amigos de Brasil; Andreia Moroni, en el Ponto de Memoria Brasileirinhos; Luciana, en LSB Idiomas; Renata haciendo Finanzas en Femenino; Inez, en Desdelcos; Kika, en la Radio Caipirinha Libre; Maria, en Itacat; Cinthia, en Rehabilates; Cris, en Sol de Barcelona; Thafkeane, en Oito; Mércia con sus Danzas Circulares; Adriana, fotógrafa; la brasileña bombera voluntaria en Matadepera; Bruna, en la Federación de Jóvenes Inmigrantes; Bárbara, en Diversia; Dani, ex Presidente de APEC, en la Revista Bossa; Glaucenira, en la Comisión de Estranjería del Colegio de Abogados…
Una infinita lista de mujeres que me viene de memoria, sin salir de Barcelona. Por suerte, la última vez que estuve en Brasil, percibí algunas pocas cosas que están transformando la sociedad brasileña para mejor. Una es la percepción generalizada de que (mismo con el aumento de los feminicidios, o por la creciente visibilidad social de su denúncia) las transformaciones estructurales más urgentes, importantes y posibles son cosas como el que estoy intentando transmitir en este mi mensaje de esperanza y llamamiento a mis amigos. Sobretodo hombres, a quien invito a, por lo menos (por lo menos… queriendo el máximo), hacer una reflexión interna, silenciosa, con nosotros mismos. Pero si esto se queda solamente dentro de nosotros y no se externaliza para nuestra vida en sociedad, no habrá servido para nada.
Este texto está dedicado a la memoria de Fidan Doğan, Sakine Cansız y Leyla Şaylemez, feministas asesinadas en Paris en 9 de enero de 2013.
Flávio Carvalho é sociólogo e brasileiro migrante. Vive em Barcelona, Espanha